Dios atiende en CABA
Babasónicos, los patronos de la noche
El combo nacido a comienzos de los ’90 en Lanús cerró un año maratónico, con entre uno y dos shows de promedio semanal totalmente sol out, haciendo lo que más les gusta: presentando música nueva en un show propio y grande, para y por su público. “Alguna noche de éstas nos van a venir a buscar y vamos a haber salido de la trinchera, porque lo que sigue es cuerpo a cuerpo”, dijo Adrián cuando volvieron para los bises, antes de su flamante single, “Tajada”.
Más de 55 mil personas habían peregrinado rato antes hacia esa nueva noche Babasónica, en la búsqueda de una recompensa única en su especie: 30 canciones para recorrer 30 años, de “Montañas de agua” a “Tajada”, en el que por convocatoria fue el mayor recital de la historia del grupo.
Un poco pasadas las 21.30, como vienen acostumbrando a sus fans en sus shows propios, Adrián, Panza, Mariano, Diego y Tuñón, junto a Tuta y Carca, llenaron de contenido uno de esos escenarios memorables que suelen regalar con ayuda de su escenógrafo e iluminador, Sergio Lacroix. Una estructura triangular, todo pantalla y coronada con luces. Y tres tótems verticales de pantallas que, desde lejos, por el fondo oscuro y lo cerrado de la noche sin luna, de a ratos hacían ver a los Babasonicos como unos gigantes merodeando entre la gente. Y de algún modo lo son: están siempre ahí, susurrando sonidos entre los edificios.
Un poco pasadas las 21.30, como vienen acostumbrando a sus fans en sus shows propios, Adrián, Panza, Mariano, Diego y Tuñón, junto a Tuta y Carca, llenaron de contenido uno de esos escenarios memorables que suelen regalar con ayuda de su escenógrafo e iluminador, Sergio Lacroix. Una estructura triangular, todo pantalla y coronada con luces. Y tres tótems verticales de pantallas que, desde lejos, por el fondo oscuro y lo cerrado de la noche sin luna, de a ratos hacían ver a los Babasónicos como unos gigantes merodeando entre la gente. Y de algún modo lo son: están siempre ahí, susurrando sonidos entre los edificios.
A tono con sus últimos lanzamientos discográficos, Trinchera y Trinchera Avanzada, el show arrancó con “Anubis” y a lo largo de casi dos horas fue pasando por casi todos los temas de ese disco (que les valió dos nominaciones a los Grammy y seis a los Gardel), con puntos de recarga para el frenesí popular como “La izquierda de la noche”, “Mimos son mimos” y “Bye Bye”.
En la espesura de la humedad de los cuerpos, banda y público hicieron su danza de apareamiento. Hubo despliegue arriba el escenario, liderado por la efervescencia de Uma y el contoneo de Dárgelos, y también sobre la hierba, donde se vieron muchos grupos de amistades, parientes de distintas edades, parejas pringosas y solitarios pasándola bien. Porque a diferencia de lo que dice la canción de Trinchera, la noche no te abandona si Babasonicos es parte de esa noche.
A lo largo del set, el tono celebratorio permaneció siempre ahí, apuntalado por versiones desfachatadas de “Microdancing” o “Deléctrico”, intensamente acompañadas por los efectos visuales y la iluminación. Sí, como en un boliche al aire libre, pero también como en un videoclip y, de a ratos, como en una simulación de computadoras.
Aunque así como esos caballos, esas yeguas y esos faunos que son parte de la imaginería de la banda, Babasónicos es un grupo con tracción a sangre, capaz de plantar un show de estas dimensiones casi sin dar respiro, con un tema detrás del otro, casi sin espacio entre hits como “Los calientes”, “El colmo”, “Pendejo”, “Irresponsables” o “La Lanza”, en la que Adrián se acercó a cantar junto al público.
El set se redondeó con temas sin bozal como “Once” o “Sin mi diablo”, pequeñas delicatessens como “Vampi” y una de las canciones más icónicas de la última década, como “La Pregunta”.
Queda visto que lo de la geometría no estaba solo en ese tablado triangular: así como la gente llenó la cancha rectangular del Campo Argentino de Polo, Babasónicos llenó el ambiente de canciones redondas.
Ph: Guido Adler