Dios atiende en CABA
La música que se lee, un verano con títulos para la colección
Cinco títulos más que la editorial Gourmet Musical publicó durante el 2019
“Una historia de la música colonial hispanoamericana” de Leonardo J. Waisman
¿Cómo era la música colonial en la América española? La fantástica diversidad de expresiones que constituyeron el fondo sonoro de los siglos XVI, XVII y XVIII en el continente americano, desde la conquista española hasta antes de los procesos de independencia de las metrópolis europeas es acercada aquí al lector por primera vez en forma amplia y detallada. Los hilos narrativos son varios: el contrapunto entre indígenas y europeos, la historia de la composición musical, las tensiones entre conservadurismo y modernización, casticismo español e italianismo musical. El foco está puesto en la música como una práctica colectiva que se inserta en la cultura y que a la vez la crea. A modo de apéndice, los principales compositores son reseñados en el diccionario biográfico que se incluye. En este libro se condensan y sintetizan cientos de estudios realizados en las últimas cinco décadas por musicólogos de todas las latitudes, incluyendo los del propio Waisman, que trabaja estos temas desde hace veinticinco años. A partir de estos datos, el autor ha constituido una narración pluridimensional de la vida musical del continente a lo largo de tres siglos de magnífica floración en villancicos, motetes, sonatas, danzas y canciones que constituyen hoy parte importante de la actividad de conciertos y grabaciones en todo el mundo.
“El ADN del tango. Estudios sobre los estilos compositivos (1920-1935) de Pablo Kohan
¿Qué es lo que hace que reconozcamos que un tango es un tango aun cuando sea interpretado por un pianista de jazz, un cantante de boleros o una orquesta cubana y no incluya el típico ritmo bailable de 2×4 o el emblemático sonido del bandoneón? De Bach a Stravinsky, en la música académica, los compositores son los dioses a amar y respetar. Pero en el campo de la música popular –incluido el tango–, los héroes son los intérpretes, esos artistas que, desde su originalidad, le imprimen a las obras una huella personal e intransferible. Sin embargo, las infinitas variantes de interpretación imaginables no dejan de basarse en las insoslayables y contundentes composiciones que son reconocibles por diferentes tipos de elementos. De estos rasgos compositivos en el tango de entre 1920 y 1935 se ocupa aquí Pablo Kohan. De un modo ameno y accesible, analiza los estilos que, como compositores más que como intérpretes, desarrollaron figuras claves como Carlos Gardel, Enrique Santos Discépolo, Juan Carlos Cobián, Enrique Delfino, Anselmo Aieta, Pedro Maffia y Raúl de los Hoyos. Un libro útil para músicos y especialistas, pero también para el lector común interesado en el tango que desee lograr un nuevo acercamiento al género.
“Grandes del jazz internacional en Argentina (1956-1979) de Claudio Parisi
Dizzy Gillespie cruzando el centro de Buenos Aires a caballo y vestido de gaucho rumbo a una grabación con Osvaldo Fresedo. Louis Armstrong preso en una comisaría por ruidos molestos tras un almuerzo con comida judía cocinada por la madre del baterista Leo Vigoda. Ella Fitzgerald contratada como número vivo antes de una función de cine. Stan Getz y un joven Gary Burton deslumbrados por el conjunto de Astor Piazzolla. Duke Ellington aterriza en Ezeiza y pregunta ¿adónde está Oscar Alemán? Las grabaciones perdidas de Lionel Hampton en Buenos Aires y de la orquesta de Rodolfo Alchourrón con músicos de Count Basie y los discos del Mono Villegas con solistas de Ellington, el de Steve Lacy con Enrico Rava en vivo y el de Edmond Hall con músicos argentinos. Dos casi desconocidos Michel Legrand y Catherine Deneuve sorprendiendo a los músicos locales en un boliche de Olivos. Los primeros contactos de grandes como Lalo Schiffrin y Sergio Mihanovich para continuar sus carreras en los Estados Unidos. Charles Mingus atendido de urgencia en la guardia del Hospital Fernández. Bill Evans tocando para un puñado de personas en San Nicolás. Estas y otras muchas historias de recitales, banquetes, trasnochadas jam sessions (o “pizzas”, como se las llamaba entonces) en boliches como Jamaica, 676 y La Cueva o en casas de los músicos locales, enseñanzas, amistades, borracheras, caminatas y aventuras por las calles porteñas son parte de los testimonios que Claudio Parisi recolectó de numerosos músicos, periodistas y melómanos amantes del jazz que fueron testigos de las visitas de los más grandes del género a la Argentina.
“Por qué escuchamos a Tupac Shakur” de Bárbara Pistoia
Aunque la palabra mito le sienta bien, Tupac Shakur se eleva aun por encima de ese sello. Encarna al artista comprometido con su tiempo, pero también, y especialmente, con su pueblo y con un ADN revolucionario herencia de su madre, dirigente del partido Pantera Negra, quien lo bautizó en homenaje al líder indígena Tupac Amaru. Una huella genética que respetó y honró a través de su música y de sus actos. Porque lo suyo fue mucho más que el ritmo machacante del rap, con sus letras desafiantes del statu quo. En poco más de seis años de carrera, Tupac –que murió asesinado a los veinticinco, en 1996– logró, además de ser un exitoso artista de hip hop, vehiculizar muchas de las demandas históricas de su gente, desde las más básicas, relacionadas con la supervivencia, los derechos y la dignidad, a las más sofisticadas, ligadas a la cultura. Su muerte lo elevó a la categoría de mito y al pedestal de los luchadores sociales: “Yo no hice a Estados Unidos así de desigual, yo no inventé el delito, las drogas, la vida en los guetos. Yo solo nací ahí. El que me dice gánster no me está escuchando, y el que me quiere callar lo hace porque me escuchó y sabe lo que implica que diga lo que estoy diciendo”. Por qué escuchamos es una colección que busca ahondar en los motivos por los que algunos artistas –de diversos géneros, orígenes y épocas– se vuelven esenciales, indiscutibles, verdaderamente únicos, más allá de los caprichos y vaivenes del mercado musical.
“El coso del rock. Diario íntimo del under” de Alejo Auslender
¿Quién no tuvo alguna vez la fantasía de tener una banda de rock? ¿Quién no miró con cariño una guitarra eléctrica, un saxo o una batería y pensó qué pasaría si se le animara? ¿Quién no se preguntó alguna vez cómo era dedicarse a la música como ese amigo, pariente, compañero de escuela o de trabajo que siempre nos invita a sus shows de trasnoche? La prensa musical, los libros y los medios de comunicación en general han instalado la idea del artista exitoso, la estrella de rock, el músico triunfador que brilla en los escenarios y vive rodeado de fama, admiración, glamour y dinero. Pero por cada uno de estos ídolos de masas, se cuentan quién sabe cuántos otros músicos que, más allá de su mayor o menor tesón o talento –si es que tal cosa se puede medir– no logran salir a la luz y a la vista del gran público. Deportivo Alemán es una de esas tantas bandas del llamado under –el under invisible, como lo define con más precisión y crudeza Alejo Auslender, su guitarrista y autor de este relato–, que milita los escenarios en busca de una trascendencia y un público esquivos. Con gran sentido del humor, algo de épica y bastante filosofía, estas crónicas en primera persona son un diario íntimo que nos permite asomarnos a mucho de lo que se esconde detrás de cada joven (de edad o de espíritu) que vemos por la calle cargando un estuche de guitarra en su espalda.